EN EXPOSICIÓN (II): CARLOS GARCÍA-ALIX / GABRIEL CUALLADÓ
En una calurosa tarde de agosto, empujo las pesadas
puertas de la sala de exposiciones del Círculo de Bellas Artes y me encuentro
con el invierno. Fuera quedan la luz cegadora, las calles resecas y los
viandantes que se esfuerzan en ir por la sombra. Dentro, se abren los paisajes
nevados, los caminantes solitarios, los senderos que se intrincan en la bruma,
los árboles que despliegan sus ramas despojadas frente a un cielo gris. Se
trata de la exposición Viaje de invierno del pintor y escritor Carlos
García-Alix. Destaco la doble faceta artística de este autor porque hay algo
intensamente literario en los cuadros que conforman la muestra. Todos ellos
parecen contar parte de una historia, como el del viajero hundido hasta las
rodillas en la nieve cuyo título da nombre a la exposición o el del edificio
perdido en medio del bosque, con sus luces encendidas como un cobijo frente al
frío exterior, titulado La casa del fiordo. Estas imágenes y estos
títulos sugerentes podrían ser el germen de libros aún por escribir, que cada
visitante completaría a su manera con sus momentos de soledad, con sus
melancolías y sus fríos interiores, con sus propios y personales inviernos.
Una niña está de pie en medio de un bosque. Lleva
una indumentaria sencilla, una falda con peto y una chaqueta de punto con
adornos en forma de margaritas. Aquí comienza lo singular: detrás de esta
figura infantil se despliega un camino que atraviesa la espesura, un camino
sembrado de objetos claros e indeterminados que el sentido común reconoce como
piedras, pero que la fantasía identifica con flores mágicamente escapadas de la
ropa de la joven protagonista. Esta permanece en una curiosa actitud de
concentración, con los ojos cerrados y los bracitos apretados uno contra otro,
como perdida en sus pensamientos o esforzándose en mantener el conjuro que ha
abierto el camino entre el verdor. Lo que acabo de describir podría ser la
ilustración de un cuento, pero es en realidad la fotografía Nena en el camino,
realizada en 1957 por Gabriel Cualladó. El fotógrafo valenciano reflejó el
paisaje de Asturias, región de la que era oriunda su esposa, en imágenes que
conjugan la belleza de los paisajes con el encanto de la infancia.
Más de una década después, Cualladó nos regalaría
otra evocadora escena, la titulada Mis hijos en Asturias. En esta
ocasión, son dos los protagonistas del cuento que no podemos dejar de imaginar:
una historia clásica de niños que se adentran en el bosque donde
inevitablemente perderán el sendero y tendrán encuentros asombrosos. Me gusta
comparar esta imagen con la anterior y pensar que se trata del mismo paraje, en
el que la vegetación ha vuelto a ocupar su sitio una vez terminado el hechizo
de la pequeña bruja. Carentes de la capacidad de hacer magia, estos dos niños
solo pueden hacer frente al poder del bosque permaneciendo muy juntos, unidos
en un fraternal abrazo. Mi camino se ha cruzado con los de estos jóvenes
andariegos en el Centro Niemeyer de Avilés, en una exposición que repasa la
trayectoria de Gabriel Cualladó. Como los caminos de la fotografía son
múltiples y más libres que los de la pintura, es posible también contemplar
estas imágenes en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, a cuya colección
pertenecen.
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