LECTURAS DE SEPTIEMBRE (2021)
Entre
las innumerables funciones de la lectura, se encuentra sin duda la de procurar
entretenimiento. Esto ya por sí justificaría el acto de leer, pero todo amante
de esta actividad sabe que las hermanas mayores de dicha virtud son el poder de
algunos libros para arrastrar sin piedad al que se acerca a sus primeras
líneas, así como su capacidad de sustituir durante un tiempo ―que suele hacerse
demasiado breve― el mundo real por el que albergan sus páginas. Todo esto me ha
sucedido con la novela Estudio en negro de
José Carlos Somoza. Supongo que soy una víctima propiciatoria para caer bajo su
hechizo, pues cumplo a la perfección la premisa fundamental: la de enamorada
del mundo de ficción creado por Arthur Conan Doyle en torno a su personaje
Sherlock Holmes. Ya desde el título (guiño a la conocida Estudio en escarlata, presentación del genial detective), la novela
supone un rendido homenaje a la serie de relatos que proporcionaron la fama a
Doyle y lo convirtieron en padre del género detectivesco: no faltan los toques
sombríos, las deducciones deslumbrantes y las tramas rocambolescas típicas de
la iconografía del investigador por antonomasia. A esta recreación, realizada
por Somoza con un derroche de ingenio y humor, se suma una interesante
exploración de ambientes, especialmente el del submundo de los espectáculos
teatrales clandestinos, de estremecedora sordidez. La voz narrativa se
corresponde con la de Anne McCarey, una mujer de vida poco afortunada que consigue un puesto
de enfermera en una residencia para enfermos mentales en Portsmouth. Allí le
asignan el cuidado de un singular ―y difícil― paciente con el que establece una
relación llena de recovecos que es una auténtica delicia. Confieso sentir un
intenso afecto por estos dos personajes desfavorecidos, pero a la vez llenos de
vitalidad y de una peculiar fuerza frente a las adversidades. Las cuatrocientas
páginas que he pasado en su compañía se me han pasado volando. Pero tal vez se
estará preguntando el lector de estas líneas qué tiene que ver todo esto con
Sherlock Holmes. Solo daré un dato más: al comienzo de la historia, el paciente
de Anne McCarey tiene una fuerte conjuntivitis en un ojo y su enfermera
solicita la presencia de un médico. Es entonces cuando acude a la residencia un
joven doctor llamado Arthur Conan Doyle.
Bajo el sugerente título de Amar y revivir, Hermida Editores publica una selección de cuentos
de esa autora de una sola obra que es, para la gran mayoría de lectores (entre
los cuales me incluyo), Mary Shelley, la genial creadora de Frankenstein. Como hace presagiar el
título de la antología, se trata de relatos en los que está presente la
intensidad de los vínculos afectivos en sus variadas facetas: una esposa que
arruina su vida marital por el peso de su familia, un soldado que no consigue
superar la trágica pérdida de su hermana, una joven ingresada en un convento
que busca con desesperación la libertad a través del amor, una pareja que se
enfrenta a la trágica enemistad de sus familias en un ambiente bélico, una
mujer capaz de ir a la cárcel para librar a su esposo… Estas tramas de amores
complejos y torturados se ven aderezadas con frecuencia con situaciones que
implican un nuevo comienzo real o metafórico; es ese “revivir” presente en el título y que nos hace pensar
en la más famosa invención de su autora, la criatura creada a base de retazos
que vuelve a la vida gracias a la pericia ―y la osadía― del doctor
Frankenstein. En estos cuentos encontramos a personajes que se vuelven
inmortales por medio de un misterioso bebedizo, que reviven al cabo de los
siglos para enfrentarse a un mundo que desconocen o que se encarnan en un
cuerpo ajeno como consecuencia de un maleficio. La imaginería gótica es el
tercer puntal de estas historias repletas de naufragios, mazmorras, tormentas,
ermitas perdidas, edificios en ruinas misteriosamente iluminados. La prosa de
Mary Shelley fluye a borbotones, de forma irregular, consiguiendo imágenes de
increíble fuerza junto con pasajes descuidados o ingenuos. Una puede imaginársela
escribiendo a la luz de una vela, a toda velocidad, sin retoques, llevada por
la urgencia de la inspiración. Es lo que tienen los románticos.
Arriesgado,
original y perturbador, o lo que viene a ser lo mismo: Jon Bilbao. Basilisco, tercer libro que llega a mis
manos de este autor, presenta una serie de rasgos que me resultan ya conocidos,
como la capacidad para arrastrar al lector desde la primera línea hacia
horizontes imprevisibles y la hábil creación de situaciones inquietantes. Las
historias de Jon Bilbao transcurren en ambientes enrarecidos que parecen
preludiar una catástrofe, pero es inútil aventurar hipótesis a ese respecto: la
solución aportada por el narrador siempre será sorprendente. Basilisco está compuesto por ocho
relatos que se sitúan en dos planos diferentes. El primero gira en torno a un
joven ingeniero con vocación de escritor cuya evolución personal y profesional
seguimos a lo largo de los años. Pieza clave en esa evolución es la figura de
John Dunbar, un personaje legendario que encarna los valores del Lejano Oeste,
cuya historia le será narrada a nuestro protagonista en una reunión de amigos y
que le servirá de inspiración para sus escritos. Se insertan así una serie de
relatos que conforman un wéstern trepidante, enloquecido y con frecuencia
enigmático. Seguimos a John Dunbar en sus insólitas aventuras, abriendo tumbas,
sirviendo de guía a una estrambótica expedición científica y enfrentándose al
mal absoluto, encarnado en una banda de forajidos. Paralelamente, vemos cómo el
paso del tiempo transforma al ingeniero escritor, lo lanza a una vida familiar
indeseada, mina su matrimonio y sus relaciones familiares. Todo ello, narrado
con una prosa certera y poderosa, con un punto de vista que se adentra con
frecuencia en terrenos resbaladizos y políticamente incorrectos (lo cual, lo
reconozco, me produce enorme regocijo en estos tiempos de nuevas y solapadas
censuras). Una propuesta arriesgada y a ratos desconcertante, que no se parece
a nada. O, como decía al comienzo, lo que viene a ser lo mismo: Jon Bilbao.
Me
sucede pocas veces, pero es toda una experiencia leer un libro sobre el que no
se tiene referencia alguna. Descubrí El
Gabinete de los ocultistas por medio de la publicidad de las novedades de
la Editorial Impedimenta que me llega a través de las redes sociales. El
proceso fue simple y fulminante: imagen sugerente en la cubierta + aparición
del ocultismo en el título + información de su pertenencia al género negro =
lectura inmediata. Cuando me adentré en el primer capítulo, lo ignoraba todo
sobre su autor, que responde al enigmático nombre de Armin Öhri, y sobre la
fecha en que la novela había sido escrita. Me pareció, en sus primeros
párrafos, una ficción elegante y decimonónica, de esas en que los detectives
sostienen corteses conversaciones con los testigos y un solo crimen da para
abundantes páginas de intriga e investigación. Craso error. La primera muerte
de la novela ―porque hay unas cuantas― me sorprendió por su inusitada
violencia. Me trasladé de golpe al siglo XXI y a esa costumbre que ya he
comentado en más de una ocasión en este espacio de que los crímenes literarios
compitan en los últimos tiempos por alcanzar las más altas cotas de la
originalidad y el sadismo. Ya no basta con que haya un asesinado: su muerte
tiene que ser atroz. Lo es la del primer fallecido de esta trama alambicada e
intrigante, como lo son las muertes sucesivas que jalonan esta reconstrucción de
la Prusia del siglo XIX a medio camino entre la añoranza y la servidumbre a las
nuevas modas. Los dos jóvenes investigadores, un estudiante de leyes y un
dibujante que trabaja para la policía levantando testimonio de los escenarios
de crímenes, se enfrentan a una sucesión de asesinatos que parecen irresolubles
y que están relacionados con una sesión de espiritismo. En ellos y en su vida
privada está en mi opinión lo más interesante de la historia: la amistad que
los une, su vida cotidiana en la casa de una viuda que alquila habitaciones y
la relación frustrada de Julius, el dibujante, con la joven hija de un
predicador, recluida por su padre en un convento para alejarla de amores
indeseados. Una novela poliédrica, que me ha producido de forma alternativa atracción
y rechazo. Quién me lo iba a decir a mí, cuando pensaba pasar un rato divertido
leyendo una simple historia de intriga.
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