UNA FELICITACIÓN PRESTADA
Los
que pertenecen a mi entorno cercano saben que he empezado a escribir una novela
y que eso me absorbe mucha energía. No he tenido tiempo por ello de preparar mi
habitual felicitación para el año nuevo; cuando me he querido dar cuenta, había
llegado a la última página del calendario y me encontraba sentada frente al
ordenador, perdida en mis personajes y mis historias. Por eso ―y porque no
quiero renunciar a desear lo mejor a amigos, lectores habituales e incluso a lectores
pasajeros que recalen por casualidad en este blog―, me dispongo a preparar una
felicitación de emergencia, a base de unir retales de imágenes, sonidos y
palabras que me han asaltado estos últimos días. Veamos qué sale.
La imagen me la presta uno de mis grandes descubrimientos de este año que acaba, la fotógrafa y pintora estadounidense Jamie Heiden. Esta creadora de mundos sugerentes que embellece la realidad pintando sobre sus propias fotografías es autora de una serie que tiene como motivo central una cuerda con ropa tendida. En este caso, es el gordinflón risueño más célebre, emblema por excelencia de la época navideña, el que ha dejado secándose al aire, en un paisaje nevado, las prendas que componen su clásica indumentaria. Una imagen de Jamie Heiden abría la primera entrega de cuadros del blog en este 2017 que ahora termina; esta otra preside la última entrada del año. Hermosa casualidad circular.
El
sonido me lo presta el instituto donde he empezado a trabajar este curso. Uno
de los últimos días de clase antes de las vacaciones, pasé por delante de las
aulas de los más pequeños. Un grupo de primero de ESO, que estudia alemán,
estaba ensayando un villancico en esa lengua. Se les veía muy concentrados a
través del cristal de la puerta, a esos pequeños cantores. Supongo que la
dificultad de la letra, más que la cuestión musical en sí, era lo que les
obligaba a poner todos sus sentidos en su interpretación. La seriedad de sus
rostros me hizo sonreír, pero a medida que me alejaba pasillo adelante, las
notas del villancico que estaban cantando me acompañaron y se fueron haciendo
más difusas. Me detuve antes de llegar al final. Por un instante, yo, la
persona menos proclive a apreciar la belleza de estas fechas, tuve la sensación
de que el auténtico espíritu de la Navidad venía por el pasillo, pisándome los
talones. Me encantaría compartir el sonido original con vosotros, amigos
lectores, pero no tengo más que palabras.
Y
palabras es lo que voy a tomar prestado para terminar esta felicitación. (Espero
que las amigas que las formularon no me lo tengan en cuenta. Pero no lo harán:
son estupendas personas ambas). La primera frase me la dejó hace unos días en
Facebook una amiga, comentando una entrada de mi blog que hablaba del triunfo
de la luz sobre la oscuridad que se inicia en estas fechas. Decía así: «Por unos
días largos si son bellos». Maravilloso
brindis. La segunda la he leído hoy mismo, también en Facebook, en la
felicitación de año nuevo de otra amiga: «Que tengáis alegría y una salud rayana en la eternidad». Poco más puedo añadir.
Gracias a todos los
que, involuntariamente y sin saberlo, me han proporcionado las piezas para
ensamblar esta felicitación. Es lo que tenemos los novelistas: nos alimentamos
de la vida que sucede a nuestro alrededor.
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