EN LA CALLE
Una
de las cosas buenas ―de las muchas― que saqué de la exposición Retratos de la Fundación Mapfre el
pasado mes de julio fue redescubrir a Joan Colom. No digo “descubrir”, porque
las imágenes de este fotógrafo que retrató hasta la extenuación el Raval de
Barcelona son sobradamente conocidas, aunque no siempre se asocien al nombre del
individuo tranquilo y discreto que fue su autor.
En
la década de los cincuenta, un contable que buscaba llenar sus ratos libres comenzó a pasear por el entonces conocido como Barrio Chino de Barcelona llevando una
cámara camuflada bajo el abrigo. Era el barrio de su infancia: sus padres
tenían en él una floristería y esas calles habían sido el escenario de sus
primeras andanzas. Este voluntarioso fotógrafo aficionado sentía una especial
atracción por los sectores humildes de la sociedad y por aquellos que entraban
de forma declarada en el terreno de lo marginal: mendigos, niños criados en la
calle, emigrantes recién llegados del campo que deambulan desconcertados por la ciudad, prostitutas y clientes estableciendo contacto se convierten en los
protagonistas a los que su objetivo capta con increíbles espontaneidad y
viveza. El resultado es una serie fotográfica llena de emoción; el pulso de la
vida urbana, detenido para la posteridad. «Yo hago la calle»,
decía Colom con humor y humildad, equiparando su labor testimonial al duro
trabajo de las prostitutas que con frecuencia acapararon la atención de su
objetivo.
Semejante
alarde de naturalidad sólo se puede conseguir si el modelo no se sabe
retratado. Cuenta Colom que con frecuencia disparaba con la cámara a la altura
de las rodillas. El resultado es un conjunto de imágenes palpitantes, con
encuadres accidentales, que se detienen en el detalle justo: el gesto
espontáneo del viandante que hace carantoñas a un bebé, la mano de un hombre posada
sobre el cuerpo de la mujer que lo acompaña, una parte de la anatomía femenina destacada
sobre el borroso fondo urbano. Colom es un fotógrafo extraordinario. Como los
grandes novelistas, sabe mostrar a sus personajes sin juzgarlos, rebosando comprensión y conocimiento de la naturaleza humana. Sabe también seleccionar el elemento pequeño que bajo su mirada se
vuelve grande, cargado de significado, desencadenante de emociones.
Al principio pensé titular esta entrada Tristes coincidencias. La razón se remonta a un terrible acontecimiento que nos sacudió a todos el pasado mes de agosto. Como ya expliqué en su momento, había
seleccionado una imagen de Joan Colom y me disponía a comentarla en la sección Mis fotógrafos de este blog cuando se
produjo el atentado en La Rambla de Barcelona. Mis palabras se tiñeron
inevitablemente de la tristeza y el horror del momento. Otra casualidad ―esta
de una tristeza distinta, por lo esperable― se produjo cuando hace una semana se
difundió la noticia de la muerte de Joan Colom a la edad de 96 años. Era el 3
de septiembre, el mismo día que se clausuraba la exposición de Mapfre que me ha
llevado a reflexionar sobre su figura. Está claro que le debía esta entrada. A
él y a las calles de Barcelona que recorrió con su mirada lúcida y abierta,
llena de sabiduría y humanidad.
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