VERSOS ESENCIALES
En
el relato de Lucia Berlin Triste idiota,
perteneciente al libro Manual para mujeres
de la limpieza, dos personajes se reencuentran después de cuarenta años sin
verse. Él estuvo enamorado de ella cuando eran muy jóvenes; ella se dejó
querer. Desde que se separaron, él se ha acordado de felicitarla en todos sus
cumpleaños, con una fidelidad difusa y un poco triste.
Reencontrarse
tras cuarenta años, buscar en el otro a la persona que se guarda en el
recuerdo, debe de ser una experiencia curiosa. En el caso de los personajes de
Lucia Berlin, él se ha convertido en un hombre estirado y práctico,
profundamente aburrido. Ella ha tenido una vida intensa y está rodeada por una
familia caótica con los sentimientos a flor de piel, siempre a punto de
eclosionar. La cita es, por supuesto, un desastre. Nada que decirse, nada en
común salvo un pasado que parece pertenecer a otras personas. Hasta que, de
repente, este hombre gris hace una pregunta inesperada: «Dime, ¿qué verso resume para ti la esencia de la
vida?».
Por
la cabeza de la narradora-protagonista desfilan de inmediato fragmentos de
poemas. He sido capaz de localizar a los autores de algunos de ellos: «Toda mujer ama a un fascista» (Sylvia Plath), «No entres dócilmente en esa noche quieta» (Dylan Thomas), «Millas por recorrer antes del sueño»
(Robert Frost). Otros dos, de una gran fuerza, no he podido aún
localizarlos: «Di, mar, ¡llévame!»; «¡Adoro la mirada de la agonía! Porque sé que no
miente».
A
partir del momento en que el personaje masculino plantea su pregunta, algo
cambia de signo en el tono del relato. Los antiguos amigos se separan, ella
vuelve con su familia, pero algo se ha revuelto en su interior y la distanciada
alegría con la que había afrontado la cita con su antiguo enamorado, la jocosa
superioridad con la que lo trataba, se han esfumado por completo. En su lugar,
una sensación de vacío y de pérdida. La autora no lo explicita ―nunca lo hace―,
pero la causa es tal vez el enorme poder de la poesía para tocar las fibras más
profundas de nuestro yo.
¿Y
cuál es para mí, me pregunté al terminar el cuento, el verso que resume la
esencia de la vida? No tuve que pensar apenas; acudieron a mi cabeza Gil de Biedma
y el final de su poema No volveré a ser
joven: «…envejecer, morir, / es el único argumento de la
obra». Perdonad
el tono sombrío, amigos lectores. No corren buenos tiempos. Tal vez vuestros
versos esenciales sean más optimistas que los míos.
Hola Beatriz. Los versos que no pudiste localizar son de Emily Dickinson. Desconozco si están traducidos al español, pero en el original inglés son como sigue: "Say, Sea, take me!". "I like a look of agony. Because I know it's true" (de hecho, Berlin escribe de memoria algo ligeramente diferente: "I love the look of agony"). Saludos
ResponderEliminarCuánto te agradezco que acudas al rescate con tus conocimientos sobre la gran Emily Dickinson. Es estupendo lanzar un mensaje a la red y recibir la respuesta casi un año después, cuando ya se desesperaba de obtenerla. Gracias de nuevo y bienvenida a este espacio. Espero leerte más por aquí.
ResponderEliminar