LA VIDA FRAGMENTADA
Cuando
el lector se acerca a Manual para mujeres
de la limpieza de Lucia Berlin, lo hace preparado para enfrentarse a un
libro de relatos. Las primeras historias así lo confirman: pinceladas
narrativas que transcurren en ambientes distintos, protagonizadas y con
frecuencia contadas por personajes sin relación alguna entre sí. Pero, a medida
que se avanza en la lectura, van apareciendo pequeños detalles dispersos por
doquier que pueden pasar inadvertidos por su sutileza o funcionar como señales
para orientarse en la marea narrativa.
No
sé si les sucederá lo mismo a todos los lectores de este libro, pero en mi
caso, el primer indicio fue la lavandería, escenario central del cuento que
abre el volumen, y cuyos peculiares dueños son mencionados más adelante en
varias ocasiones. Pronto se hizo evidente que sucedía lo mismo con otros
escenarios: las urgencias de un hospital, la escuela para hijos de familias
adineradas, el pueblo minero, el complejo turístico en México. Ante mis ojos se
empezó a formar una figura caleidoscópica cuyas piezas parecían tener una
relación que no era capaz de captar del todo. Entonces, sobre ese entramado
espacial, se superpusieron los personajes.
La
niña protagonista de una de las primeras historias menciona a su abuela Mamie.
Ella es el pistoletazo de salida para empezar a recomponer este gigantesco
rompecabezas, porque dicha abuela aparecerá mencionada una y otra vez en
relatos posteriores. Para nuestro asombro, su nieta lo mismo es una niña, una
mujer de edad madura, una anciana o una joven; la conocemos estudiando, en la
casa de su infancia, enrolada en sucesivas relaciones amorosas, luchando contra
su adicción al alcohol, cuidando a su hermana enferma de cáncer, viviendo la
soledad de la vejez. Se trata de la misma mujer captada en distintos momentos
de su vida, que se nos transmiten en desorden, sin voluntad alguna de crear un
hilo narrativo reconocible para el lector. Pronto captamos otras líneas que vinculan
los distintos cuentos protagonizados por esta mujer: la figura de una madre
terrible, la tardía relación con una hermana menor con la que se reencontrará
cuando esta se enfrenta a una enfermedad terminal. El armazón va cobrando así
solidez y la historia se estructura en nuestra cabeza. Lo mismo sucede con los
protagonistas de otros relatos, de cuyas existencias nos llegan noticias
aisladas, separadas a veces por grandes distancias cronológicas o espaciales.
Frente a este despliegue, tenemos la opción de operar como un paciente
reconstructor de puzles, colocando en su lugar las piezas que se nos van
brindando y confiando en que los grandes vacíos se llenarán más adelante, o
bien dejarnos llevar sin más por la corriente narrativa, disfrutar con las sorpresas,
reconocernos en los dolores y las limitaciones de los personajes, admirar la
viveza de las descripciones.
Por
lo que sé de la vida de su autora, Lucia Berlin escribió sus relatos al hilo de
sus propias experiencias, en un prodigioso ejercicio de transmutación en
literatura de la dura tarea de vivir. No había en ella ninguna intención de
crear una obra unitaria. A esto se une el hecho de que Manual para mujeres de la limpieza es una antología realizada por
el escritor Stephen Emerson, que tuvo un fuerte vínculo de amistad con la
autora y que eligió a la muerte de esta los relatos que según su criterio
debían ser publicados juntos. Lo curioso de esta azarosa reunión de historias
es que, con su estructura caótica, producen una intensa sensación de unidad.
Cuando se termina de leerlas, se tiene la impresión de saber mucho sobre un
puñado de figuras femeninas, de las que sería difícil trazar su biografía de
una forma lineal y reconocible, pero sobre cuyas pulsiones e intimidad se
tienen numerosos datos. Figuras femeninas que, en última instancia, nos remiten
todas ellos a la personalidad intensa y diletante de su creadora. Manual para mujeres de la limpieza viene
a ser así la historia de una vida. Una vida que nos llega fragmentada, sometida
al impulso caprichoso del recuerdo, pero que traza en nuestra imaginación un
panorama más poderoso que el que dibujaría la más planificada de las novelas.
Es ... como la vida de cada una de nosotras, escenas diferentes que, a veces, recordamos como escenas inconexas con su dolor, su esperanza, su tristeza, su dolor, ... Es impresionante su capacidad de trasmitir y de permitirnos qurerla.
ResponderEliminarMe gusta esto que dices, Lola: "permitirnos quererla". Con su desgarradora sinceridad, dejando aflorar experiencias que cualquiera de nosotros enterraría bajo capas y capas de educación y conveniencia social. Es inevitable querer a una persona tan fuerte como para admitir su fragilidad y exponerla frente a nuestra mirada. Inevitable reconocernos en ella y tal vez, de rebote, querernos y perdonarnos a nosotros también.
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