SIMETRÍA CASUAL
No pensaba hablar de lo que todo el mundo comenta en
los últimos tiempos. Pretendía que el verano pasara de largo sin mencionar
siquiera en este blog las altas temperaturas. Ya es un tema omnipresente desde
hace cosa de un mes en los medios de comunicación, en las charlas en bares,
colas de supermercados y ascensores. A mí me cabe la duda de si tanta
conversación al respecto le habrá hecho adquirir una dimensión todavía mayor, si
los grados reflejados en los termómetros callejeros no irán aumentando al ritmo
de nuestro incesante parloteo. Me planteo también si este caldo de cultivo,
este incansable intercambio de asfixias y sudores, este alarde de abanicos y
bebidas frías nos habrá llevado a perder la perspectiva a los que por razones
geográficas hemos vivido siempre veranos sofocantes. Hablamos de calentamiento
global, culpamos a los gobiernos, lanzamos visiones apocalípticas sobre los
infiernos estivales que sufrirán nuestros descendientes. Hacemos memoria y no
recordamos haber padecido ni por asomo noches tan agobiantes, mediodías tan
castigados por el sol. Y, con todo este despliegue verbal, el resultado es que
cada vez sentimos más calor.
El caso es que yo tenía el propósito de no mencionar
siquiera el tema en este espacio. Mi decisión empezó a tambalearse cuando hace
un par de semanas encontré en el suplemento dominical de El País un artículo dedicado a la fotógrafa argentina de origen
alemán Annemarie Heinrich en el que aparecían reproducciones de varias de sus
obras, entre ellas la titulada Veraneando
en la ciudad. Se trata de una sugerente imagen que presenta a una modelo tumbada
al sol en una azotea de la ciudad de Buenos Aires. La tentación de incluirla en
la sección Mis fotógrafos de este
blog justamente en estas fechas era demasiado grande para resistirla. Archivé
la idea y ayer por fin hice el comentario correspondiente y lo publiqué. Lo
curioso viene ahora: inmediatamente antes, había renovado la sección Lo que estoy leyendo con una reseña de El amor de una mujer generosa de Alice
Munro. Incluí, claro está, la cubierta del libro en la edición que estoy
manejando, de RBA. Y fue justo entonces, cuando tras salvar ambas
actualizaciones eché un vistazo general al blog para cerciorarme de que todo
estaba en orden, cuando me encontré con que se había producido esta hermosa y
casual simetría:
Dos perfectas plasmaciones gráficas de la indolencia estival, frente a frente. Por más que he indagado en la red, no he encontrado dato alguno sobre la fotografía que ilustra la portada de Alice Munro y que tan curioso efecto especular produce con la de Annemarie Heinrich. Juntas forman, en cualquier caso, una bella pareja. La perfecta representación de la quietud y el abandono veraniegos; el triunfo absoluto del calor.
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