CABECERAS
Una de las cosas fascinantes de un blog es la forma
en que refleja –incluso cuando no se pretende dejar constancia de ello― los
vaivenes de la vida de su autor. Un mes carente casi de entradas puede implicar
mucho trabajo o problemas personales; o tal vez, lo olvido en mi pesimismo, una
época de diversión, entregada a distracciones menos intelectuales. Por el
contrario, una renovación constante de las entradas y las secciones fijas
responde a tiempo libre y a una cierta efervescencia de la mente, que
proporciona motivos de inspiración por doquier. Y un cambio en su aspecto
formal, a un deseo de pasar página. Ojalá la vida nos concediera formas tan
evidentes y fáciles de dejar atrás el pasado como lo hace un blog: se modifica
la combinación de colores, la disposición de los espacios, la imagen de la
cabecera, y al entrar en él se tiene la impresión de estarse adentrando en un
territorio renovado. Quién pudiera hacer lo propio con su mundo interior.
Suelo sustituir la cabecera del mío coincidiendo
con el arranque de nuevos periodos: cambio de estación o, como ha sucedido hace
un par de días, comienzo de año. Todas las veces me siento impelida por la
necesidad de estrenar formato, por la certeza de que la antigua presentación
está ligada a tiempos pasados y ya no me sirve para albergar las ideas que
surjan en lo sucesivo. Pero al mismo tiempo, me embarga una cierta tristeza al
eliminar una imagen que me ha acompañado durante meses y que asocio
inevitablemente a una parte importante de mi vida. «Cómo voy a
echarte de menos», suelo pensar, un tanto puerilmente, mientras
pulso con el ratón la tecla que borrará todo rastro de esa imagen familiar. Por
eso he pensado en traer hoy aquí las distintas cabeceras que ha tenido este
blog desde su puesta en marcha en diciembre de 2010.
Abrió fuego este gato que otea la noche encaramado en un árbol invernal, obra del artista francosuizo Théophile Alexandre Steinlen. Era el arranque de este espacio y me pareció necesario poner un subtítulo aclaratorio de su contenido. En aquel momento, creí que el blog estaría dedicado en exclusiva a la lectura y el arte; con el tiempo, otros temas fueron reclamando mi atención y, en consecuencia, el subtítulo desapareció. Este gato de Steinlen es mi debilidad y, cuando lo eliminé de la cabecera, lo incluí en una entrada titulada Los gatos del blog. Descubrí entonces que deben de ser muchos los que sienten por él una inclinación parecida, ya que se trata de la entrada que ha acumulado mayor número de visitas en toda la historia de este espacio.
El felino francés fue sustituido por esta joven que lee acompañada por su mascota. Se trata del retrato que realizó el pintor prerrafaelista Edward Burne-Jones a Katie Lewis, la hija de un amigo suyo. Este cuadro de formato apaisado y vistoso colorido resulta ideal para servir de cabecera. Es, además, una representación de un ámbito cerrado en el que tienen cabida sólo los elementos que a la joven modelo le agradan; es, en definitiva, la perfecta plasmación gráfica de lo que supone crear un blog.
Una de las cosas más emocionantes de la vida es leer con niños. Oír sus voces, observar sus reacciones, ayudarles en los obstáculos que encuentran. Yo lo hago a diario en mi trabajo de profesora y no me canso nunca. Esta imagen tomada por la fotógrafa estadounidense Dorothea Lange recoge todo el encanto de la lectura infantil. Y un valor añadido: la fotografía fue tomada en un contexto muy duro, en el que la supervivencia diaria era la preocupación fundamental. Estas niñas que tienen la suerte de contar con una escuela y de tener un libro entre las manos parecen protegidas de esa dureza exterior por el poder de la lectura.
En cuanto descubrí esta obra del pintor japonés Maruyama Okyo supe que acabaría usándola como cabecera. Esta escena nocturna tiene un claro componente íntimo e inspirador. Me pareció que escribir teniendo delante su delicado juego de líneas y su suave gradación de colores tenía que ser necesariamente una labor más agradable y relajada. Y quién sabe: tal vez los textos concebidos bajo su influjo adquirieron una mayor dosis de serenidad.
Esta joven que parece suspendida en el vacío fue captada por la fotógrafa Cristina García Rodero en el desierto de Nevada. Si tuviera que restringir al máximo mi lista de fotografías favoritas, esta se encontraría entre ellas. Como en el caso del cuadro de Burnes-Jones, presenta una figura femenina aislada del exterior y perdida en su propio mundo: es sin duda lo que me sucede cuando enciendo el ordenador y me adentro en este espacio al que hace unos pocos días he decidido cambiarle la fachada. Nuevo año, nueva presentación. Será que es inevitable –y conveniente― pasar página.
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