La
búsqueda en la red trae de vez en cuando la recompensa de descubrir auténticos
tesoros debidos a los pinceles de completos desconocidos. Es el caso del pintor
alemán Alois Erdtelt (1851—1911), artista del que no he podido encontrar otra
referencia biográfica que sus fechas de nacimiento y muerte, y que es el autor
de esta Cabeza de muchacha, prodigio
de elegancia y captación psicológica. Con la sobriedad y eficacia de los
clásicos, Erdtelt reduce al mínimo su gama cromática y concentra el foco de luz
en el rostro de su modelo para hacerlo emerger de la oscuridad circundante. No
hay entorno para este personaje, cuya indumentaria queda reducida al cuello
claro de una vestimenta que no vemos. Con semejante economía de medios, el
autor logra el milagro de hacernos
sentir que del lienzo surge no tanto un cuerpo real de carne y hueso, sino las
profundidades del alma humana. La mirada triste y ensimismada de esta muchacha
es de las que desafían las leyes físicas; cómo conformarse con la explicación
de que lo que tenemos frente a nosotros es tan sólo una combinación de
pigmentos sobre una tela.
Hay
cuadros que uno puede pasarse la vida entera contemplando sin llegar a
conocerlos del todo. A mí me sucede con Joven
caballero en un paisaje, pintado en 1510 por el artista italiano Vittore
Carpaccio, y que he tenido la suerte de poder ver al natural muchas veces en el
Museo Thyssen. Este guerrero pertrechado con su armadura que mira receloso
hacia un punto en el exterior del cuadro, dispuesto a desenvainar, está lleno
de secretos para el que lo observa. Nada sabemos del origen de su actitud de
desconfianza, igual que se nos escapa el sentido de la profusión de elementos
que ocupan su entorno. Un personaje montado a caballo emerge, lanza en ristre,
del castillo situado en segundo plano. Un paisaje otoñal y melancólico envuelve
a nuestro protagonista: un árbol casi desnudo muestra sus últimas hojas, la
construcción del fondo tiene los tejados en ruinas y está invadida por la vegetación.
Y lo más apasionante y enigmático: esa multitud de criaturas que pueblan la
escena, y a las que el espectador moderno supone un sentido que no llega a
captar del todo. El pequeño y delicado armiño del primer término, los perros
que acompañan a los humanos, las aves que se reúnen a la orilla del lago, los
conejos que corretean, el ciervo que otea el horizonte, el pavo real encaramado
en un muro. Todo un universo natural que nos parece, en realidad, una
materialización del alma del retratado, este caballero que es como un viejo
amigo que nunca pierde el poder de sorprendernos.

Me
maravilla la capacidad de los artistas para, partiendo de las mismas
percepciones visuales que el resto de los mortales, crear una realidad
alternativa, posible solo dentro del lienzo. Así sucede con el pintor
expresionista alemán August Macke (1887-1914), que fragmenta la naturaleza en
piezas que recompone a su antojo para crear este Paisaje con vacas y camello. El artista emprende ese juego de dotar
de un nuevo orden a la realidad con la misma alegría del niño que organiza un
rompecabezas. Contribuye a esa sensación de jovialidad el empleo de los colores
más brillantes de la paleta. El resultado es risueño, abigarrado, un alarde de
esplendor natural: el ojo del espectador reconoce aquí y allá la silueta de las
palmeras, los arbustos, el cielo y la hierba, en confuso tropel. Y en medio de
ese paisaje de cálidas resonancias, milagrosamente intactas, las figuras de los
animales que dan título al cuadro, plácidamente asentados en ese universo
ficticio que es un trasunto de la imaginación del pintor.
El más barroco de los pintores barrocos, el
flamenco Peter Paul Rubens, abandona de cuando en cuando sus habituales
composiciones aparatosas y de movimiento frenético para crear retratos llenos
de hondura y sobriedad. Cuanto menor es la categoría social del retratado, se
produce un mayor despojamiento del oropel que con frecuencia enturbia nuestra
captación del grandísimo pintor que subyace bajo el efectismo y las
servidumbres de su época. Así sucede con este Retrato de un hombre joven, en el que un personaje de identidad
desconocida nos mira con gravedad desde una distancia de cuatro siglos. El modelo
goza de una posición desahogada y así lo demuestran la dignidad de su
vestimenta, el exuberante cuello y el delicado encaje del puño. Por lo demás,
nos encontramos ante un ser humano en el que podemos reconocernos, con sus
limitaciones y debilidades. La mirada, que en nuestro primer encuentro con el
retrato nos puede parecer arrogante, es un prodigio de sutileza psicológica: en
ella se leen cansancio, recelo, preocupación e incluso vulnerabilidad. Uno
puede mirar cara a cara a este hombre del pasado durante horas sin dejar de
encontrar nuevos matices en su expresión. Y qué decir de la mano que emerge del
negro de las vestiduras, un alarde de técnica y delicadeza, un placer para los
ojos.
Hola Beatriz:
ResponderEliminarHace un tiempo que descubrí tu blog y hoy por fin me decido a escribirte estas palabras .Primero de agradecimiento y admiracion por la generiosidad y la calidad de tus entradas y en segundo lugar decirte que que me siento bastante isentificada contigo ,pues yo tambien soy profesora y me dedico al mundo del arte como pintora.
Me gusta mucho tu seccion de los cuadros del mes y de la semana.Es impresionante la sensibilidad en la descripcion de como trabaja el pintor y porqué.
El cuadro de Eva Gonsaléz me parece una maravilla y aunque murió joven siempre me he preguntado porque no se la valoró más dentro del mundo del Impresionismo.
Decirte por último que yo trato de recrear el mundo de la infancia en mis cuadros ya que es con el que convivo a diario y el que me apasiona.Preciosas las fotografias de niños.Un abrazo Beatriz y hasta la proxima charla. Martmina
Siempre es una alegría descubrir que alguien se lanza a escribir en este espacio después de seguirlo durante un tiempo. Y más si es una persona con la que es posible compartir tantas cosas. Qué suerte tienes, Martmina, de poder recrear con tus pinceles ese mundo de la infancia con el que ambas tenemos tanto contacto a diario. He echado un vistazo a las pinturas que aparecen en tu blog y me parecen deliciosas.
EliminarEspero seguir dándote motivos para pasarte por este rincón. Un abrazo y bienvenida.