DEMOLICIÓN PERPETUA
Es la hora de la siesta y estoy plácidamente tumbada con un libro entre las manos. No tengo nada que hacer por la tarde, el libro me está gustando y hasta hace unos instantes me inundaba esa grata sensación nacida de la alianza entre la necesidad de descansar y el tiempo disponible para hacerlo. Todo podría ser perfecto, pero no lo es. No leo, no descanso, no me dejo llevar por la placidez del sopor de sobremesa. Permanezco mirando al techo con los ojos abiertos de par en par mientras mi cerebro da vueltas y vueltas a una sola idea: han vuelto. Tan conciso y descorazonador pensamiento se repite en bucle, acompañado por un golpeteo rítmico que invade la habitación (y mi cerebro). Podría ser la percusión de la banda sonora de una escena de suspense. Podría ser el latir de un corazón gigante. Podría ser el tantán que transmite un mensaje amenazador en la novela de aventuras de la que acabo de convertirme en protagonista. Pero no. Se trata del golpear sonoro de unos martillazos. Forman par...


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