EN EXPOSICIÓN (XVII): ELLIOTT ERWITT

Es posible que muchos de los que no reconozcamos el nombre de Elliott Erwitt sí conozcamos en realidad a este fotógrafo jovial e ingenioso, autor de un buen número de imágenes icónicas que forman parte de la cultura popular. Yo lo amaba sin saberlo por ser el responsable de una de mis portadas de disco favoritas: la del LP The first of a million kisses, del grupo británico Fairground Atracttion, en la que puede verse la deliciosa imagen de una pareja que se besa reflejada en un espejo retrovisor. Seguro que los que leen estas líneas habrán contemplado alguna vez uno de los retratos de Marilyn Monroe o del Che Guevara realizados por él. La Fundación Canal de Isabel II nos da la oportunidad de poner el nombre de su autor a esas fotografías que forman parte de nuestras vidas a través de la exposición Elliott Erwitt. La comedia humana. 

La muestra está organizada en torno a tres núcleos temáticos (personas, animales y formas) y recorre la carrera de este fotógrafo prolífico desde los años cuarenta hasta finales de los setenta del siglo pasado. Excepto trece ampliaciones, el grueso de la exposición se compone de impresiones de pequeño formato, herramientas de trabajo que Erwitt manipulaba con vistas a su publicación en libros y revistas. Es quizá este detalle lo que hace de la exposición más una puerta abierta al conocimiento de una carrera fotográfica llena de interés que una muestra que permita disfrutar en vivo de algunas de sus obras representativas. Muchas de esas pequeñas fotografías expuestas se habrían merecido una copia en gran formato que permitiera a los espectadores disfrutar de su belleza, su oportunidad y su frescura. Son las ampliaciones las que inevitablemente se llevan la atención del visitante. Seguramente por ello he elegido comentar tres de ellas, pertenecientes a las distintas secciones temáticas. 


Esta preciosa imagen tomada en Nueva York en 1953 reúne dos elementos de interés para Erwitt: los niños y los animales. Los seres pequeños y vulnerables son objeto de atención para el fotógrafo, que con frecuencia sitúa su objetivo a un nivel bajo, disminuyendo la estatura de quien observa e integrándolo en ese mundo de criaturas que se desenvuelven a ras de suelo. Enclavada en la sección Personas, esta fotografía de delicada iluminación nos sitúa en un territorio de intimidad, en el que las miradas cruzadas de los tres protagonistas —humanos y felino— tejen un entramado de afecto y cuidados mutuos.  


La mirada humorística de Erwitt y su sentido de la oportunidad confluyen en esta fotografía realizada en Hungría en 1966 y que forma parte de la segunda sección de la muestra, Animales. El divertido paralelismo entre las jovencitas ataviadas a la manera tradicional y el ordenado grupo de gansos crea un efecto cómico indudable. Siempre me ha fascinado la capacidad de estos maestros de la fotografía analógica para apretar el botón de la cámara en el momento adecuado. Erwitt está, qué duda cabe, dotado de esa habilidad. Su rapidez y su pericia le sirven para inmortalizar a los dos grupos, el humano y el animal, avanzando en formación casi coreográfica. Nos parece huir el bullicio de ambos, una mezcla de risas y graznidos, que nos deja con una sonrisa en los labios.

La tercera sección de la muestra, que lleva el título de Formas, recoge distintos ejemplos de la capacidad de Erwitt para reducir la realidad a sus líneas compositivas y desgajadas de su entorno. En este ejercicio, el fotógrafo deja testimonio de divertidos hallazgos visuales o se fija en detalles llenos de sugerencias, como sucede en esta imagen tomada en Jacksonville, Florida, en 1968. Se trata de una fotografía de apabullantes sencillez y expresividad: una puerta que ocupa toda la superficie, una ranura que al abrirse rompe la perfecta simetría de los batientes cerrados y una mano que asoma de la oscuridad son elementos suficientes para suscitar la curiosidad, la expectación y quién sabe si un poco de inquietud en quienes la contemplan. A mí me parece que sería una excelente imagen de cubierta para una obra literaria. Una invitación a mirar, a leer, a entrar en un ámbito nuevo: ese viaje a lo desconocido que supone asomarse a una obra de arte.

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