EL AMIGO DE MONET

La sala CentroCentro de Madrid expone hasta finales de febrero una selección de obras del Museo Marmottan Monet de París. Antes de sumergirse en la contemplación de paisajes captados en diferentes condiciones atmosféricas o en el esplendor cromático del jardín de Giverny, el visitante tiene la oportunidad de conocer a una serie de personajes vinculados a la vida del padre del impresionismo. Podrá así contemplar a su primera esposa, Camille, posando de pie a la orilla del mar, o al hijo menor del pintor, Michel, donante de las obras de su padre, que aparece inmortalizado en un delicioso retrato infantil. También se puede ver al propio Monet pintado por sus amigos en varias etapas de su vida: de joven, con un halo romántico alejado de su popular imagen de anciano barbudo, o en la treintena, en un maravilloso retrato de Renoir que lo muestra leyendo el periódico mientras fuma en pipa. Junto a esta galería de personajes ilustres, sorprende encontrar un cuadro sencillo y despojado de elementos de referencia, que muestra a un tipo de indumentaria humilde y barba poblada que mira al espectador con una expresión distante. El cuadro en cuestión responde a un título que es también de llamativa simpleza: Retrato de Poly. 

A finales de 1886, Monet residió durante dos meses en Belle-Île-en-Mer, una isla de Bretaña cuyo salvaje litoral exploró en su constante empeño por estudiar la incidencia de la luz sobre el paisaje. Para estos periplos contó con la ayuda de Hippolyte Guillaume, un pescador de langostas en la cincuentena que transportó a Monet en su barca por dos francos al día. Cuando estaba a punto de finalizar su colaboración, Monet realizó un retrato de su ayudante. Sobre un fondo neutro se destaca la figura oscura del pescador, tocado con su sombrero negro y envuelto en un grueso jersey de lana. Con el cuerpo algo inclinado hacia atrás, como si no estuviera muy convencido de su inesperada condición de modelo, Hippolyte nos escruta con una mirada en la que se leen el recelo y una cierta sorna. Su piel curtida y su barba desordenada nos hablan de una dura vida de trabajo a la intemperie. Monet quiso bautizar este retrato no con el nombre completo del hombre que lo ayudó a conocer los secretos de aquel agreste rincón del Atlántico, sino con su apelativo familiar: Poly. 

Desde que descubrí este cuadro hace unos días, disfruto imaginando a estos dos hombres de índole tan distinta surcando juntos las aguas en una barca de pescador. No tenemos datos sobre la relación que se estableció entre ellos en esas horas compartidas en el mar, pero me gusta imaginar un vínculo amistoso. Ignoramos también lo que Poly opinó al verse reflejado en este retrato espontáneo, de pinceladas briosas. Lo que sí sabemos es que Monet lo conservó en su poder toda la vida. Hay pequeños detalles que le dan alas a mi imaginación.

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