LECTURAS DE MAYO (2022)
Hasta que cayó en mis manos la obra
que me dispongo a reseñar, conocía a Friedrich Dürrenmatt
exclusivamente en su faceta de autor teatral. Me sorprendió por ello
saberlo creador de novelas policíacas, varias de ellas
protagonizadas por el comisario Hans Bärlach, como la titulada La
sospecha, turbia historia
que desciende a lo más oscuro de la condición humana a través de
una investigación que resucita el recuerdo de los crueles
experimentos realizados en los campos de concentración nazis. En
realidad, hay mucho del Dürrenmatt dramaturgo en el planteamiento de
esta novela. Ignoro si se ha realizado alguna adaptación teatral de
ella, pero sería relativamente fácil, dado que la trama se articula
en torno a dos escenarios, las dos habitaciones en las cuales se
encuentra el protagonista, el sagaz comisario Bärlach: la del
hospital donde
convalece de una grave operación y la clínica privada en la que se
hace ingresar para perseguir a su director, al cual le atribuye un
tenebroso pasado. Hans Bärlach es un personaje crepuscular, cercano
a dos posibilidades que zanjarán en cualquier caso su carrera
policial, la jubilación y el cáncer que amenaza con acabar con su
vida. A pesar de ello ―o precisamente como consecuencia de ello―
muestra una tenacidad y un valor inigualables a la hora de perseguir
a un ser terrible que encarna la maldad en su más alto grado. La
trama avanza por medio de las confrontaciones entre el protagonista y
una serie de personajes que irrumpen en el corto espacio físico que
le permite su delicado estado de salud. Bärlach es un héroe
poderosísimo a pesar de no poder moverse apenas de la cama. En su
precaria situación, lo vemos perseguir a un monstruo sin vacilar un
segundo ni temer por su seguridad. En torno a él, Dürrenmatt
despliega una escenografía sombría, unos personajes con frecuencia
extremados y esperpénticos, en una clara herencia del expresionismo
que marcó su producción teatral. La
sospecha es una obra
intensa y sorprendente, una novela negra atípica marcada por una
voluntad de estilo no muy habitual en las obras de su género. Todo
un descubrimiento. Conforme escribo esta reseña, voy sintiendo
intensos deseos de prolongar esta experiencia gracias a la lectura de
otras novelas de este autor, del que tenía una idea tan parcial. Y
es que ―es una de las maravillas de la lectura― una nunca termina
de hacer descubrimientos.
Antes
de escribir estas líneas, he hecho algo que no es usual en mí: he
leído los comentarios de otros lectores sobre la novela que me
disponía a reseñar; señal de que la tarea me presentaba
dificultades mayores que las habituales. Y he de decir que, en la
mayoría de los casos, he encontrado en dichos comentarios la unión
de dos impresiones que comparto, el asombro ante la novedad de lo
leído y el deslumbramiento. San,
el libro de los milagros
es una obra que no se parece a ninguna que yo recuerde. Que bordea,
sin adentrarse nunca en ellos, diferentes territorios de esos en que
el lector decide encuadrar su lectura apenas empezada, igual que si
señalara los hitos de un viaje para no perderse. Pero leer esta
novela de Manuel Astur es lanzarse a un viaje en el que se carece de
mapas y señales. A ratos de un realismo brutal, a ratos de intenso
lirismo, con un emocionante empleo del lenguaje y el altivo
distanciamiento de lo mítico, este libro, que es tan milagroso como
su título indica, sorprende, desconcierta y emociona a partes
iguales. La huida de Lino, un hombre simple de espíritu y de enorme
resistencia física, tras cometer un asesinato por
el que nadie se atrevería a
juzgarle,
es el hilo conductor de esta preciosa máquina compuesta de piezas
distintas, pero que encajan de forma asombrosa. Siguiendo sus pasos,
nos intrincamos en la espesura de los montes asturianos y en la vida
de las gentes de la zona, en un doble camino hacia la realidad más
descarnada y hacia un fabuloso mundo en el que el folklore y la
fantasía se dan la mano. Manuel Astur ha creado un libro bello y
extraño y yo se lo agradezco infinitamente. A juzgar por los
comentarios que he leído en la red, creo que no soy la única.
El
inspector Schiavone es trasladado desde Roma al norte de Italia por
un asunto disciplinario que en principio no se le aclara al lector,
aunque la imaginación de este puede volar cuando se trata de
atribuir conductas irregulares a tan turbio personaje. Torvo y
altivo, poseedor de un incómodo sentido del humor, en absoluto
dotado para la diplomacia, Schiavone es requerido para investigar un
crimen cometido en una localidad de montaña. Ataviado con su
indumentaria de urbanita, compuesta por un abrigo de paño y unos
zapatos de ante que indefectiblemente terminan encharcados a causa de
la nieve, malhumorado por las inclemencias y refractario a cambiar un
ápice sus costumbres, Schiavone pasea su perspicacia y su nada
ortodoxa forma de investigar entre los habitantes de una localidad
pequeña en la que todo el mundo se conoce pero, como no podría ser
menos en una trama policíaca, nadie parece dispuesto a proporcionar
datos de utilidad para resolver la muerte de uno de sus vecinos.
Pista negra es
la primera novela de la serie protagonizada por el inspector Rocco
Schiavone, personaje creado por el escritor Antonio Manzini sin el
menor atisbo de intentar atraer las simpatías del lector (algo tan
usual, por otra parte, en los autores de novela negra). Schiavone es
brusco hasta llegar a la violencia, con frecuencia despectivo con los
que lo rodean, nada correcto en su trato con las mujeres, proclive a
los chanchullos que le pueden reportar beneficios al margen de la
legalidad. Eso sí, guarda en su pasado un secreto que, cuando se
descubre bien avanzada la novela, hace que el lector sienta una
inesperada corriente de solidaridad con este desabrido personaje. No
lo desvelaré. Es uno de los secretos que oculta esta Pista
negra cuya lectura me ha
resultado tan interesante.
Leñes pues habrá que echarle un ojo, yo cerré mi mes de mayo con Nora y como Nora de Casa de Muñecas, dando un portazo a muchas cosas y volviendo a saltar al vacío.
ResponderEliminarLas Noras del mundo (las literarias y las de carne y hueso) tenéis toda mi admiración. Yo cerré el mes de mayo con la perspectiva de una mudanza, que es un pequeño salto no al vacío, sino al caos transitorio. Ánimo con las nuevas perspectivas que se derivan de tu valiente decisión.
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