EL TERRITORIO DE LA EMOCIÓN
Oigo en la radio la inconfundible voz de Almudena Grandes. No podía ser de otra manera: somos muchos los que la tenemos presente desde que ayer recibimos la noticia de su prematura partida. De hecho, he realizado un rastreo por varias emisoras buscando un programa que me hablara sobre ella. Y he encontrado algo mejor: la propia Almudena hablando no tanto sobre sí misma, sino sobre sus criaturas de ficción.
Se trata de una
entrevista de hace unos años, realizada con motivo de la publicación de la
novela Los besos en el pan. La voz de Almudena –esa
voz bronca, expresiva y, ay, tan llena de vida en aquel no muy lejano 2015– va
desgranando anécdotas y opiniones, explicando el sentido de su novela, los
elementos que le sirvieron de base para su composición, la imagen del mundo que
transmite. En un momento dado, se refiere a la posibilidad de que las crisis
que quebrantan de forma periódica nuestro estado de bienestar nos lleven a
vivir de otra manera, a no despilfarrar, a reutilizar, a usar los objetos hasta
el final de su vida útil, a no cifrar la felicidad en nuestras posesiones.
Entonces cuenta la siguiente anécdota: en tiempos de sus abuelos, las muchachas
de servicio iban siempre corriendo por la calle. Corrían a hacer los recados, a
la farmacia, a la tienda de ultramarinos, a buscar a los críos al colegio. La
causa de tal celeridad no era una extrema diligencia, como habría podido
parecer, sino el hecho de que carecían de abrigo. Salían a la calle en pleno
invierno con una chaqueta de lana que cruzaban frente al pecho, con las piernas
al aire, con unas zapatillas ligeras. Y, sin embargo, no había rastro de infelicidad
en ellas. Precisamente ese es el arranque de Los besos en el pan: la
imagen de esas muchachas veloces desafiando con la agilidad de su carrera el
aire helado de Madrid.
Reflexiono sobre lo
que acabo de oír y concluyo que en eso consiste la labor del novelista, en extraer
de la realidad una imagen que encarne una idea con eficacia, en volver concreto
lo abstracto. Una criada corriendo para espantar el frío dice más de una sociedad
y de un estado de cosas que cien encendidos discursos, y nos conmueve mucho
más. Precisamente, la entrevista a la que me refiero se abre con esta
maravillosa afirmación de Almudena Grandes: «La literatura es el territorio de
la emoción». De eso, ella sabía mucho. Con su emoción nos quedamos.
Comentarios
Publicar un comentario