PARA NO DECIR ADIÓS
Lo
confieso: a lo largo de mi vida, he salido sin despedirme de unas cuantas
situaciones. De fiestas, de finales de curso, de la vida de ciertas personas.
Es algo de lo que no me siento precisamente orgullosa, y creo que no me
animaría a hablar aquí de ello si no me hubiera reconocido hace unos días en el
protagonista de una novela de Patrick Modiano. Una vez más.
Los
personajes de Modiano son con frecuencia ―casi siempre― seres a la fuga. Huyen
de su pasado, de otras personas, del compromiso, de la permanencia en el mismo
lugar. Cambian de residencia, duermen en el marco provisional de una habitación
de hotel, deambulan por las calles como si no tuvieran un sitio adonde ir, como
si estuvieran inmersos en un viaje que no se termina nunca. Pero ninguno de los
protagonistas de las novelas de este autor que había leído hasta ahora alcanza
el grado de desarraigo del anónimo narrador (por no tener anclajes, no tiene
siquiera el de un nombre) de Más allá del
olvido. Sirva
como ejemplo el párrafo siguiente:
«A menudo
esperaba que las personas que había conocido desaparecieran de un momento a
otro sin volver a dar nunca señales de vida. También yo solía faltar a las citas,
e incluso aprovechaba un momento de distracción de algún acompañante ocasional
para abandonarlo. Una puerta cochera de la Place Saint-Michel me había sido a
menudo de inestimable ayuda. Una vez franqueada, un pasaje conducía nuevamente
a la Rue de l’Hirondelle. Y había anotado en una pequeña libreta negra la lista
de todos los edificios con dos salidas…»
A
mí este pasaje me ha dado mucha materia para la reflexión; siempre me sucede
con este escritor al que leo incansablemente. De buscar las razones de su
personaje, ocultas en un nebuloso pasado que se nos desvela solo parcialmente,
pasé a fantasear con la existencia de una lista similar a la que menciona
Modiano, referida a los escenarios de mi existencia. Un plano con la ubicación exacta
de puertas traseras por las que desaparecer discretamente, cuartos apartados
donde refugiarse de las voces que se prometen reencuentros improbables,
pasadizos secretos que conducen a un panorama diferente por arte de magia, sin
el incómodo intermedio de la despedida. Túneles por los que escapar de
puntillas, sigilosamente, sin mirar atrás.
Reflexioné
luego sobre mis motivos, que nunca antes me había planteado. Milagros de la
literatura: mis razones se me manifestaron de pronto con claridad meridiana. Me
ejercito desde hace años en el arte de la fuga para no tener que decir adiós.
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