AMOR PRECOZ
De
vez en cuando, las reuniones navideñas con personas con las que no guardamos
contacto habitual nos traen regalos inesperados. A mí me ha sucedido hoy,
cuando una amiga que tiene dos niños pequeños me ha contado una anécdota que no
me resisto a compartir aquí.
La
amiga a la que me refiero tiene una pareja de mellizos (niño y niña) de año y
medio. No es preciso decir más para que cualquiera pueda imaginar su grado de
cansancio, su necesidad de acudir a reuniones de amigos para cambiar de aires y
su infinito repertorio de anécdotas divertidas sobre la vida familiar. Nos
estaba contando que la niña es muy nerviosa y, como ejemplo, nos explicó lo que
le ha sucedido con un regalo que le gusta de forma especial: un libro ilustrado
de su personaje favorito de dibujos animados. Al parecer, la chiquilla se
emocionó tanto al recibirlo que fue incapaz de abrirlo. Durante varios días,
sus padres la alentaron a hacerlo, pero en el momento decisivo, ella se veía
dominada por un nerviosismo que se traducía en grititos y gestos de negación.
El libro permanecía cerrado, muy apretado contra su pecho, guardando para sí el
tesoro de sus páginas.
A
pesar de lo divertido de la anécdota, a mi amiga se la notaba un poco
desesperada. ¿Adónde iban a llegar las manías y el constante estado de
excitación de su hija? No es fácil convivir con una persona así, por pequeña
que sea. A mí, en cambio, la historia me ha llenado de emoción. ¿Puede haber
una imagen más elocuente de amor precoz por los libros que esta cría que no es
ni siquiera lectora, abrazada a un libro que es incapaz de abrir porque el
momento de hojear sus páginas por primera vez le parece demasiado hermoso?
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