MUNDOS PARALELOS
A
veces sucede que las palabras de un amigo nos remiten a las que otro nos dijo tiempo
atrás. Se produce entonces un momento mágico, la sensación de que los cerebros
están conectados, de que se está reanudando una conversación interrumpida,
cuyos interlocutores no son los mismos, pero cuya esencia permanece inmutable.
También
sucede de vez en cuando que los escritores ―amigos, al fin y al cabo― nos hablen
de cosas semejantes. Es un efecto curioso: nos los imaginamos poniéndose de
acuerdo y acercándose a nuestra cabeza inclinada sobre el libro para
susurrarnos, cada uno por un oído, dos ideas parejas. Cuando esto lo hacen dos
de tus escritores más queridos, se experimenta la maravillosa sensación de
estar muy bien rodeado.
Patrick Modiano me lo dijo hace unos meses, en su
novela Accidente nocturno:
«Había
leído no sé dónde ―a lo mejor era una nota a pie de página de “Las maravillas
celestes”― que a algunas horas de la noche puede uno meterse en un mundo
paralelo: un piso vacío en donde se ha quedado la luz encendida e incluso una
callejuela sin salida. Nos encontramos allí con objetos extraviados hace mucho:
un talismán de la suerte, una carta, un paraguas, una llave, y los gatos, los
perros o los caballos que perdimos según pasaba la vida».
Haruki
Murakami ha insistido hace unas semanas, en este pasaje de Kafka en la orilla:
«Junto al
mundo que habitamos existe otro mundo paralelo. Hasta cierto punto es posible
penetrar en él y regresar después sano y salvo. Si prestas la debida atención.
Pero, en cuanto traspasas cierto punto, entonces ya es imposible el retorno.
Pierdes el camino. Es el laberinto.»
Estos
mundos paralelos de los que hablan mis queridos Patrick y Haruki se tiñen en
cada caso, claro está, de su sello personal: el del recuerdo en el caso del
francés, el de las misteriosas conexiones entre realidades en el del japonés.
Modiano abre un túnel hacia el pasado; Murakami, ventanas hacia la fantasía.
Creo que ambos tienen razón. Ese mundo paralelo en el que refugiarse existe. El
mío se alimenta de gente como ellos: se llama lectura.
Comentarios
Publicar un comentario