LIBROS Y ANIMALES

Acabo de descubrir a uno de esos personajes maravillosos que aúnan en su figura varios aspectos que me fascinan. Se llama Gregory Colbert, es un fotógrafo y cineasta canadiense, y ha recorrido el mundo inmortalizando la cordial relación entre humanos y animales. Hasta aquí he aportado datos que justificarían de sobra mi simpatía por este individuo cuyo retrato más difundido en la red lo muestra a escasa distancia del rostro de un orangután. Pero hay un elemento más en esta fórmula: las fotografías de Colbert incluyen con frecuencia a personajes entregados al placer de la lectura.

Ashes and Snow es el título del amplio proyecto personal de este avezado viajero. En él se reúnen fotografías, películas y textos literarios, todos ellos reflejo de un mundo perdido en el que el ser humano y sus compañeros compartían el planeta en armonía. Sus imágenes muestran a monjes budistas, a bailarines, a miembros de tribus indígenas, en íntima y pacífica relación con elefantes, simios, aves, criaturas marinas. Son fotografías artificiosas y de una belleza nada casual, que deleitan la vista y consuelan a los que nos sentimos agredidos por el constante menosprecio del Homo Sapiens hacia las criaturas no humanas. Me llaman la atención especialmente aquellas en que se muestra a personas compartiendo un plácido momento de lectura con uno o varios animales que parecen respetar ―incluso comprender en cierta medida― su silenciosa actitud de concentración. Son imágenes que rebosan sosiego, amor a los libros y fe en la concordia entre seres distintos. Decía antes que Colbert es un fotógrafo que prepara hasta el milímetro sus imágenes y al que se puede acusar tal vez de falta de frescura y naturalidad. No es extraño. Ese mundo de placidez está tan lejos de nosotros que es necesario reconstruirlo.