EL VERANO DE GRAHAM GREENE
Desde
hace unos años, aprovecho los veranos para subsanar lo que me parecen
imperdonables lagunas en mi trayectoria de lectora. Este rescate estival está
marcado por dos condiciones: el libro elegido debe tener unas dimensiones
considerables, que lo hagan poco adecuado para el ajetreo del resto del año, y
pertenecer a uno de esos autores reconocidos unánimemente como clásicos. Siguiendo
estas pautas que no recuerdo haber marcado de una forma consciente, sino que
más bien se me han impuesto solas como algo natural, el verano pasado fue el de Suave es la noche de F. Scott Fitzgerald, el anterior fue el de Grandes esperanzas de Charles Dickens,
y este que empieza a declinar hacia su final ha sido el verano de Graham
Greene.
Es
un misterio por qué ciertos autores se escapan durante años a nuestra atención.
A mí me ha ocurrido con este británico elegante y profundo, incansable viajero
y observador agudo de la realidad que a veces pasamos más fácilmente por alto,
que es la que habita en el interior de las personas que nos rodean. Lo sabía
creador de novelas que conozco por sus versiones cinematográficas, alguna de
las cuales (pienso en El tercer hombre)
me son especialmente queridas, pero no había leído ningún texto suyo hasta que hará un
par de años cayó en mis manos un relato incluido en la antología Los mejores cuentos policiales de ese
tándem preclaro que formaban Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. El relato
en cuestión se titula Un lugar junto a
Edgware Road y es una curiosa inversión de la clásica historia de asesinato
que no voy a revelar aquí porque la capacidad de sorprender es, en mi opinión,
un valor muy apreciable en una obra literaria. Quise entonces conocer más
cuentos de este autor al que había ignorado hasta ese momento de forma tan
incomprensible (lo he comentado en alguna ocasión en este blog: me fascinan las
historias cortas) y cometí la audacia de afrontar la lectura en su lengua
original del libro de relatos titulado Veintiún
cuentos. Es así como me enfrenté a una de las más inquietantes y
perturbadoras historias de infancia que he leído jamás y que responde al título
de Los destructores. Desde entonces,
el deseo de leer los Cuentos completos
de este autor ha sido enorme. Desde hace meses está en mi poder la edición
realizada en 2011 por Edhasa. Este verano por fin me ha brindado el tiempo y la
oportunidad.
Los
relatos de Graham Greene son en ocasiones terribles y crueles (aunque ninguno lo
es tanto como el ya mencionado Los
destructores, historia de una pandilla de niños empeñada en destrozar hasta
sus cimientos la casa de un vecino ausente). Están resueltos con un sentido del
humor agudo y malintencionado que con frecuencia nos hiela la sonrisa en
los labios. Sus personajes hacen trampas, se engañan, viven de la mentira y el
cuento, y el lector se regocija con sus peripecias pero no puede evitar que
estas le dejen un poso de amargura. Y es que este escritor que sabe ser cínico
y distante posee también ―y ese es su encanto― una enorme capacidad para
ahondar en los entresijos del alma humana, que nos muestra sin concesiones al
sentimentalismo, pero a la vez con una profunda comprensión. Sus cuentos están
llenos de personajes solitarios que se observan, que traban conversación, que
se conectan durante un tiempo en un restaurante, en un medio de transporte, en
un banco del parque, para luego separarse y continuar con sus vidas. Esas
relaciones que podrían llegar a ser pero que no son nos producen una intensa
sensación de melancolía. Los hoteles se erigen con frecuencia en el espacio
transitorio en el que germinan y se extinguen estas historias condenadas a la
provisionalidad. Así sucede en dos relatos extraordinarios, ¿Puede prestarnos a su marido? y Más barato en agosto, incluidos en el
libro que toma el título del primero de los dos y que se publicó en 1967. Greene
tenía entonces sesenta y tres años; difícilmente un autor más joven podría
haber alcanzado semejantes cotas de sabiduría.
Si
uno busca a Graham Greene en la red, se encuentra con abundante información
sobre sus novelas, pero apenas con alguna mención a sus cuentos. Yo los
recomiendo vivamente. De hecho, mientras los leía, muchos de ellos me han
traído a la mente la imagen de personas que conozco (tengo un amigo que
aborrece la Navidad. ¿Cómo no recomendarle la lectura de ese cuento cruel y
divertidísimo que se titula Apreciado
doctor Falkenheim?). Es fácil reconocerse y reconocer a los otros en este
increíble fresco de la realidad. Estoy, lo confieso, deseando que alguien
cercano se pasee por él para poner en común las innumerables sugerencias que en
mí ha despertado su lectura.
Hola! Quisiera poder conversar sobre el argumento del cuento. Cada vez que lo leo se me ocurren nuevas ideas, pero no sé realmente a qué se refiere el cuento o cómo termina.
ResponderEliminar¿Es viable que nos pongamos en contacto?
He visitado varias páginas, pero en ninguna encuentro a alguna persona con quien discutir sobre qué trata el cuento.
Hola, Nadya. Perdona que no te haya respondido antes; problemas técnicos me han impedido leer tu comentario hasta ahora. Por supuesto que es viable ponernos en contacto para compartir impresiones sobre los cuentos de Graham Greene. Mi correo electrónico es loqueescondeelblog@gmail.com. Estaré encantada de recibir noticias tuyas.
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