MONTAR EN BICICLETA
Las
niñas de Arabia Saudita no montan en bicicleta. Parece una broma o el
estribillo de una canción infantil, pero es una realidad. O, más bien, la punta
del iceberg de una realidad dura y compleja: la difícil situación de las
mujeres en un país sobre cuya vida cotidiana tenemos pocas noticias por estos
lares. Y es también el leitmotif, el elemento simbólico en torno al que se
articulan las historias de mujeres que componen la hermosa película La bicicleta verde, de la directora
árabe Haifaa Al-Mansour.
En
unos tiempos en que las películas pasan fugazmente por la cartelera, copada por
aparatosas superproducciones, sorprende de forma especial la permanencia en
nuestras salas durante más de dos meses de esta rareza árabe-alemana, que es
además una cinta pequeña e intimista, rodada sin aspavientos en apenas un
puñado de escenarios: una casa, un colegio, las calles polvorientas de Riad.
Comenta la directora que le resultó complicado encontrar a la actriz que debía
encarnar a la protagonista, seleccionada en un casting entre cincuenta
candidatas. Es inevitable pensar en la cifra de participantes que habría alcanzado
un proceso de selección semejante en nuestro país. Pero las familias de Arabia
Saudita no ven con buenos ojos que sus hijas se exhiban delante de las cámaras,
de la misma forma que no toleran que paseen en bicicleta.
Wadjda
es una niña de diez años que desea tener una bicicleta para echar carreras con
un vecino de su edad. Esta anécdota en apariencia insignificante le sirve a Haifaa
Al-Mansour para pasar revista a la situación de la mujer en su país. Porque
Wadjda no sólo tiene prohibidas semejantes diversiones, sino también dejar oír
su voz cuando hay visitas masculinas en su casa o mostrarse a la vista de los
hombres sin ir convenientemente tapada. Su nombre ni siquiera aparece en el
árbol genealógico familiar, que sólo incluye a los varones. Dentro de poco, se
considerará que ha ingresado en la edad adulta, con lo cual se le buscará
marido y la única parte de su cuerpo que podrá mostrar en público serán los
ojos. Pero la pequeña Wadjda tiene un valor y una voluntad inquebrantables. Ya
el arranque de la película nos muestra sus pies calzados con zapatillas
deportivas en medio de los primorosos zapatos de una fila de colegialas. Basta
ese sencillo plano inicial para hacer saber al espectador que la heroína de
esta historia es una niña especial.
Paralelamente
a las peripecias de Wadjda, que necesita ahorrar para comprar el objeto de sus
sueños, discurre el drama silencioso de su madre. El guión está construido de
una manera sabia: a la niña la vemos recorriendo las calles, en el colegio,
rodeada de compañeras y maestras, jugando con un vecino, admirando su anhelada
bicicleta y camelando con su gracia infantil al dueño de la tienda. La madre aparece
casi siempre encerrada en su casa. Sabemos que tiene un trabajo de maestra en
un colegio lejano, y la vemos partir incluso, cubierta de negro de la cabeza a
los pies, pero la película nos la muestra insistentemente entre las paredes de
su pequeño universo familiar, hermosa y arreglada, afanándose en preparar
deliciosos platos, esperando a un marido con frecuencia ausente. El espectador
percibe así que los problemas de la hija todavía tienen solución, pero para la
madre es tal vez demasiado tarde. Su incapacidad para traer al mundo un hijo
varón ha hecho que su marido esté pensando en procurarse una segunda esposa. Una
historia pequeña, divertida, infantil, cobra así una resonancia dramática:
vemos en la niña a la que se le prohíbe compartir diversiones con sus amigos
del sexo masculino el germen de la mujer a la que se relega de forma tan cruel
a un humillante segundo plano.
Es
fácil salir de ver esta película delicada y emocionante meneando la cabeza con
indignación o condescendencia, pensando en la fortuna de vivir en un
entorno tan alejado del que en ella se refleja. Yo no lo recomiendo. Como todas
las obras de ficción creadas con inteligencia, La bicicleta verde nos habla de temas que trascienden la
adscripción geográfica de su trama: la frustración de las ilusiones, la fuerza
necesaria para nadar contra corriente, los esquemas heredados que se mantienen
en pie gracias a la colaboración a partes iguales de opresores y oprimidos, la
falta de perspectiva para juzgar los hábitos que se dan por válidos en una
sociedad sin someterlos a juicio. Tal vez en este mundo que nos rodea no
eduquemos a nuestras niñas y adolescentes en el recato o la sumisión, pero
quizá no seamos tan libres como pensamos, y las estemos sometiendo a la presión
del grupo, ahogando sus peculiaridades con una camuflada tendencia a la
uniformidad: haciéndolas esclavas, en definitiva, de otras servidumbres.
Voy a ver la película en cuanto pueda. Estoy muy contenta de haberte encontrado y agradecida por tu trabajo,
ResponderEliminarMe alegro de haber despertado tus ganas de verla. En estas pequeñas producciones, el boca a boca es el principal medio de promoción (de hecho, la primera noticia sobre esta película la tuve a través de un amigo que me la recomendó).
EliminarGracias por visitar este espacio y hasta pronto.
a mi también me da miedo condicionar sin ser consciente de ello a nuestras niñas. Es curioso. Ante una niñita lo que decimos siempre es : qué bonita, qué graciosa, qué mona ... Me planteo qué estamos valorando. Quiero tener cuidado pero ... Qué difícil. Intentaré ver la película aunque con tu descripción siento que la "he visto" Ese poder tienes. Lola
ResponderEliminarQué razón tienes, Lola. Condicionamos a las niñas de la misma forma que nosotros estamos condicionados, sin darnos cuenta. Es un círculo del que es difícil salir. Pero reconocerlo nos sirve, al menos, para comprender a los que están atrapados en otros círculos que nos parecen fáciles de deshacer de puro evidentes.
EliminarMe encantaría que vieras la película y la pudiéramos comentar. Hasta pronto.
No he podido evitarlo. He ido a verla. Es fascinante. Qué fuerza, que valor para vivir en ese mundo y ser capaz de enfrentarlo y seguir adelante. Creo que gracias a time voy a reconciliar con el cine.Lola
ResponderEliminarCuánto me alegro. Es algo que me encanta hacer: compartir cosas que me han interesado y pienso que les pueden aportar algo a los demás. De estas recomendaciones -que con frecuencia se encadenan uniendo entre sí a desconocidos- surgen descubrimientos que tienen un gran peso en nuestras vidas. Nunca olvidaré, por ejemplo, a la persona (que, por cierto, es un conocido tuyo y mío) que me descubrió la figura del fotógrafo André Kertész, del que tanto me he permitido a mi vez hablarles a otras personas, tú entre ellas.
EliminarHa llegado hasta aquí “La bicicleta verde” y he corrido a verla. Y después he corrido a releer tus reflexiones sobre ella, comprobando que ya habías sacado toda la esencia de la obra... Cómo me ha gustado la bonita amistad de los dos chicos, y la falta de rencor de una madre abandonada por el marido y la sociedad, pero capaz de apoyar a su hija, de ser “cómplice” de su sueño… En el plano opuesto, la hipocresía, la falsedad, las apariencias. La vida misma. Como en la literatura, este tipo de cine no es ficción; son retratos humanos reconocibles. Y da igual haber ganado-perdido el concurso colegial: la carrera hacia un futuro mejor, en bicicleta, ha comenzado… Hasta muy pronto. Choni.
ResponderEliminarMientras veo una película que me está interesando o conmoviendo, siempre hay una parte de mi cerebro que se dedica a repasar la lista de personas a las que creo que puede también interesar o conmover... Tú eras una de mis favoritas en el caso de esta historia a la vez pequeña y trascendente. Me alegro de que mi intuición se haya confirmado.
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